Santa Silvia, madre del gran papa San Gregorio Magno en el siglo VI, es una figura discreta pero poderosa de santidad familiar. Consagró su vida a Dios a través de sus roles de madre y esposa, criando a su hijo en la fe y la sabiduría cristianas que influirían profundamente en su futuro espiritual y pastoral.
Llevar una medalla de Santa Silvia es confiarse a una mujer de oración y de ternura, protectora de las madres y de las familias, y sacar de ella una fuerza serena y fiel en las responsabilidades de la vida cotidiana.