Santa Delfina, noble provenzal del siglo XIII, llevó una vida marcada por la castidad, la oración y la caridad, viviendo en unión espiritual con su esposo, San Elzare, en un matrimonio consagrado a Dios. Tras su viudez, eligió la pobreza evangélica, dedicándose plenamente a las obras de misericordia y a una vida de profunda humildad. Llevar una medalla de Santa Delfina es inspirarse en su pureza de corazón y su amor desprendido de los bienes terrenales, pidiendo la gracia de vivir con fe, generosidad y sencillez.