Santo Domingo, fundador de la Orden Dominicana en el siglo XIII, fue un predicador incansable, impulsado por la verdad, la pobreza y el amor al Evangelio. Profundamente influenciado por la lucha contra la herejía y la necesidad de enseñar la fe con claridad y misericordia, encarnó una vida de oración, estudio y compasión. Llevar una medalla de Santo Domingo es inspirarse en su celo por la verdad, su humildad y su misión de proclamar la luz de Cristo con sabiduría y dulzura.